En ocasiones, la fuente de la ansiedad puede deberse fundamentalmente a la presencia de diversas preocupaciones o pensamientos recurrentes de los que uno no puede librarse fácilmente; en otras ocasiones, se utilizan determinados “rituales” de pensamiento para tratar de minimizar el malestar o el miedo ante la posibilidad de que ocurra algún tipo de desgracia o acontecimiento negativo; otras veces, la presencia de estas interpretaciones negativas se debe a que nuestro cuerpo está demasiado activado por alguna razón y nuestra mente “se prepara” en consecuencia.

En cualquiera de estos casos, es fácil acabar desarrollando algún tipo de hábito dirigido a paliar el malestar generado por la respuesta de ansiedad. Es así como pueden aparecer y se mantienen determinadas conductas de evitación o de escape de lo que llamamos estímulos fóbicos: un animal, un espacio abierto o con demasiada gente, un ascensor, un avión o cualquier espacio cerrado, etc.

La aparición del trastorno obsesivo compulsivo o TOC, también está directamente relacionado con estas situaciones, dando lugar a la aparición de “rituales” dirigidos a minimizar el malestar: desde “tocar madera” hasta otras conductas de comprobación que pueden llegar a interferir gravemente con los hábitos diarios.

Una vez evaluamos cómo ha aparecido el problema y las variables que lo están manteniendo estamos en disposición de ofrecer el mejor tratamiento que solucione su problema.